naciones indígenas ponen a prueba a los estados



Un grupo de mujeres mapuches durante la visita del Papa Francisco a Chile el 17 de enero de 2018 – EPA / Luca Zennaro

Una de las novedades políticas ya la vez antropológicas de este inicio de siglo ha sido el surgimiento exponencial de identidades indígenas e indígenas en todo el mundo. Un aumento demográfico, así como una reconstrucción cultural colectiva y una demanda de reconocimiento real por parte de los estados y naciones, así como de los grupos internacionales. El Papa Francisco se dio cuenta de esto inmediatamente. En sus viajes y en sus declaraciones testimonia la importancia del paradigma indígena en el marco de los derechos humanos, pero también en la prioridad del mundo indígena en temas ambientales. Los pueblos indígenas son las primeras víctimas del cambio climático y la devastación de la naturaleza y también son sus más importantes defensores de primera línea, habitando el mundo como un lugar de recursos para el sustento, mostrando igual respeto por todas las formas de vida, desde una persona hasta un animal, a una roca.

El papa Francisco también se ha dedicado mucho a pedir perdón a los pueblos indígenas del mundo, muchas veces ultrajados en su cultura y creencias por una idea imperialista de evangelización. Quienes viven en mundos con una importante presencia indígena también saben muy bien, a diferencia de los europeos, que el paradigma indígena implica conflictos y contrastes muchas veces violentos, intereses contrapuestos, como el de la soberanía nacional versus los derechos humanos de uso de los territorios ancestrales.

Hoy, la cuestión indígena ofrece en parte una crítica del estado-nación que tiene un gran parecido con la cuestión judía de finales del siglo XIX. Est-il possible de concevoir des nations multi-identitaires qui traversent les frontières et surtout est-il possible de reconnaître aux peuples autochtones le rôle fondamental de peuples originels, c’est-à-dire d’exister avant toute nation et tout État morcelé en el mundo ? Le paradigme indigène n’exige pas d’autres États pour les minorités indiennes (ou majoritaires comme c’est le cas avec les Quechua, les Aymara, les Guarani et de nombreux autres groupes indigènes dans des pays comme le Pérou, la Bolivie, l ‘América central). Más bien, requiere una revisión del concepto de propiedad y uso de la tierra y sus recursos.

François es muy consciente de que aún queda mucho por hacer en esta área y que países como Argentina y Chile están avanzando, pero dentro de conflictos y debates muy acalorados. Un caso ejemplar es el de los territorios por los cuales los mapuche que habitan a ambos lados de los Andes exigen restitución. Tras la llegada de los españoles, los mapuche resistieron durante más de tres siglos, manejando la tierra y el ganado y repeliendo el avance de los colonos europeos. Hoy exigen la devolución de sus tierras y lo hacen de manera directa, ocupando lugares que les fueron arrebatados a sus abuelos y bisabuelos hace menos de 150 años en una cruenta campaña militar que los exterminó y luego los confinó en campos de concentración.

Hoy la reconstrucción cultural de estos grupos indígenas pasa por una ley argentina de 1994 que los reconoce como “pueblos originarios” (a pesar de las inverosímiles falsificaciones históricas donde se habla de los mapuches como invasores de la Patagonia. Esto sucede en el Museo Leleuque, financiado por Benetton en el corazón de la Patagonia donde la empresa italiana posee un millón de hectáreas). La recuperación de lugares sagrados y tierras ancestrales lleva a ciertos grupos más radicales a una actitud agresiva. Sin embargo, la mayoría mapuche está a favor del diálogo, quiere el reconocimiento y la vuelta a la dignidad.

Hay noticias recientes de la voluntad del obispo de San Isidro, Ojea Quintana, de donar al pueblo mapuche, terrenos que para ellos son sagrados en el sector de Villa Mascardi. Una iniciativa muy importante que viene después de una historia dolorosa y aún sin resolver: la ocupación y luego la detención de cuatro “machi”, curanderos y guías espirituales, con sus hijos. La comunidad a la que pertenecen quiere que el ofrecimiento del obispo sea declinado de una manera que no sea mera “caridad”, sino una respetuosa restitución de un espacio sagrado que siempre ha pertenecido a los mapuche.

La situación es muy compleja y el caso abre una ventana sobre la urgencia de una solución a los problemas indígenas en Argentina, Chile y el resto de América Latina. Revela el resurgimiento de una actitud indígena de redención y recuperación de la dignidad. Mauro Millán, el largo, el líder espiritual que encontramos en Bariloche nos lleva a visitar a las mujeres, en la casa donde están detenidas. Quiere que escuchemos directamente, de sus palabras, lo que significa el lugar que ocuparon y que nos hagamos conscientes, incluso emocionalmente, de que existe una relación ancestral con este lugar. En la casa donde están encerrados desde hace cinco meses con sus nueve hijos, uno de los cuales nació en prisión, se respira nobleza en la forma en que nos reciben, en la forma en que visten con la vitalidad de los patrones y adornos mapuches, en la elegancia de los disfraces de niños y niñas.

Sobre todo charlando, uno se da cuenta rápidamente de que la motivación que empuja a estas personas a exponerse directamente no tiene que ver con combates ideológicos sino con una pertenencia viva, con el retorno a uno mismo de una gran cultura que habita esta parte del mundo desde hace milenios y que todavía sabe cómo relacionarse con él sin devastarlo.

Ildefonso Seta

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