El pasado domingo por la noche había bocinas y banderas chilenas en las calles. No para celebrar la nueva Constitución, sino para celebrar su rechazo, expresado en un tan esperado plebiscito.
“El que no salta es comunista” fue una de las canciones de esa velada. El resultado es definitivo: 61,86% a favor del rechazo y 38,14% a favor de la aprobación. Un latido. La consternación y la frustración se condensan en la imagen de estos grupos de manifestantes que acudieron a la Plaza Baquedano, rebautizada popularmente como Plaza de la Dignidad en 2019, enfrentando ahora sin especial fuerza, señal de una nueva etapa política, el agua de los hidrantes de la “maldita policía”.
Ninguna encuesta había pronosticado una distancia tan grande, ni siquiera los activistas más pesimistas, ni los modelos matemáticos de predicción difundidos en los últimos días. La diferencia entre ambas opciones no sólo superó los 20 puntos porcentuales, sino que también se dio en la elección con mayor número de electores en la historia del país: 13.018.703 electores, con el 85% de participación electoral, un 30% más que el 55%. de la elección. segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2021 que resultó en la victoria de Gabriel Boric. La votación a favor superó la obtenida por Boric en aproximadamente 200.000 votos. El voto obligatorio, restablecido en esta ocasión después de diez años, atrajo a 4,5 millones de nuevos votantes a las urnas, favoreciendo en gran medida el voto en contra de la nueva Constitución.
En la sede electoral de la campaña de Rechazo, la gente celebró con champán, discursos encendidos y banderas nacionales, en línea con la primera victoria política de la derecha desde el levantamiento de 2019. José Antonio Kast (el candidato de extrema derecha en las elecciones presidenciales, derrotado durante el fuera de campaña de 2021, ndr.), poco presente en las últimas semanas, aprovechó para volver a los escenarios. Pero no todos los que lideraron la campaña contra la nueva Constitución se presentaron como parte de la derecha y tampoco se identifican con ella. Esta heterogeneidad puede explicar en parte la victoria del Rechazo, que parecía improbable durante el plebiscito de 2020, cuando Boric ganó en diciembre pasado, o cuando asumió la presidencia en marzo acompañado de símbolos y discursos de cambio.
Otra razón central tiene que ver con lo que no se hizo, lo que no se hizo o lo que se hizo mal durante la campaña de respaldo. ¿Quién presentó realmente esta propuesta? ¿Los partidos del actual gobierno nacional, el gobierno mismo? ¿Los que escribieron la Constitución? ¿El sujeto desorganizado y movilizado que, por ejemplo, hizo campaña contra Kast en diciembre? ¿Nuevas incorporaciones de última hora, como la de Michelle Bachelet? Las acusaciones cruzadas se multiplican, como suele ocurrir tras cada derrota.
Confrontación
Dos explicaciones o acusaciones han predominado en el campo pro-Aprobación. Una línea de interpretación que colocó a la Convención Constitucional y sus errores en el centro de la responsabilidad de la derrota: la sobrerrepresentación de sectores de izquierda, particularmente independientes, y el consiguiente exceso de radicalidad de varios artículos, con la incorporación de temas en los que no hay consenso como la plurinacionalidad y la justicia indígena. En definitiva, un texto demasiado “de izquierda”, incluso si cada artículo fue votado por dos tercios de la Convención Constituyente, en una sociedad con fuertes raíces conservadoras y neoliberales.
Otra perspectiva, por el contrario, atribuyó al gobierno la responsabilidad de la derrota: su inconsistencia en relación con la agenda de demandas sociales, como las resultantes de las jornadas de revuelta de octubre. Un presidente con un apoyo muy bajo -en torno al 37%- que influyó en la votación de una Constitución que el propio Gobierno había criticado con la idea de “aprobar la reforma”, comprometiéndose a modificarla si era aprobada.
Si para un sector el problema fue el exceso de temas de una agenda de izquierda, el “maximalismo” al que se refirió Boric en su discurso del domingo por la tarde, para otros el referéndum se perdió por la ausencia de “una agenda de cambio por parte de un gobierno que sigue manteniendo demasiados elementos de continuidad con la ex-Concertazione (las fuerzas políticas en el gobierno después de la dictadura, ndr.).
Sin embargo, el resultado afectó duramente a ambos sectores. Los protagonistas de las Jornadas de Octubre y que tuvieron una representación significativa en la Convención están ahora desmovilizados, debido al cambio de escenario político y la incapacidad de traducir políticamente las múltiples demandas. A esto se suman otros errores bastante conocidos. El gobierno, que entró en el Palacio de la Moneda hace sólo cinco meses, se ha debilitado y atraviesa complejos laberintos por la necesidad de actuar como mediador entre dos coaliciones de partidos en su seno (con la incorporación de actores políticos de la antigua Concertazione en puntos clave). , al tiempo que se discute la necesidad de dar respuestas tanto a las agendas políticas del orden como a las promesas de transformación.
La contraofensiva
La derecha, que perdió la iniciativa política en octubre de 2019, la recuperó con la victoria del pasado domingo. Tres años marcados por continuos descensos, con la única excepción de la representación en las elecciones legislativas y particularmente en el Senado. El plebiscito sobre la nueva Constitución marcó un punto de inflexión: su aprobación habría sido una forma de concluir un camino que comenzó con la revuelta social y la victoria de Boric, para iniciar una nueva etapa de implementación progresiva de la nueva Constitución. La derrota, sin embargo, habría representado un duro golpe para los distintos sectores de la izquierda y un punto de inflexión para las fuerzas opositoras que podrían empezar a recuperar fuerzas.
La campaña de Rechazo comenzó muy temprano, hace varios meses. Por un lado, desplegó una campaña basada en el miedo, llena de fake news, centrada en temas centrales para la mayoría de la población: el miedo a perder sus hogares, sus ahorros, su seguridad. La ofensiva mediática construyó la imagen de una Constitución mucho más radical que la existente, se centró en temas sensibles, fáciles de comprender y de temer, frente a una Convención que arrastraba sus límites comunicativos desde hacía varios meses. La campaña por la aprobación, sin embargo, comenzó recién en las últimas semanas y siempre ha estado a la defensiva, tratando de desmantelar el marco interpretativo construido por los partidarios del rechazo.
La estrategia conservadora tuvo éxito cuando leyó correctamente que la Constitución redactada originalmente en 1980 bajo la dictadura de Augusto Pinochet –con muchas enmiendas posteriores– había sido rechazada en el plebiscito de 2020 y decidió abandonar sus defensas. Es por eso que la campaña apoyó la necesidad de “rechazar la reforma” y así amplió el apoyo y las realidades que la sustentaban: la derecha jugó un papel secundario en términos de protagonismo, para incluir a otros sectores que se presentaban como de centro- izquierda. “Voté no en 1988, lo apruebo en 2020, pero ahora voto rechazo”, fue uno de los discursos pronunciados el pasado domingo por la noche.
Por tanto, no ganaron ni la Constitución de 1980 ni el pinochetismo. La campaña del Rechazo abandonó una posición claramente derechista y buscó implicar más a la sociedad a todos los niveles. “Sí al cambio, pero no a esto”, fue el mensaje que transmitieron los cargos centrales.
Esta estrategia, acompañada de una avalancha de noticias falsas repetidas veces, condujo al resultado del domingo por la tarde. El respaldo ganó sólo ocho distritos electorales y por un estrecho margen. En determinadas provincias, como el norte y el sur del país, ganó el Rechazo, obteniendo alrededor del 70%.
¿Quién ganó?
El proceso constituyente no ha terminado, será necesario elegir una nueva Convención que será la encargada de redactar un nuevo texto. Esto se desprende de los discursos de los diferentes partidos, desde la Unión Demócrata Independiente y sus aliados de derecha, hasta el gobierno. El presidente Boric ya había pronosticado que, en caso de derrota de la nueva Constitución, aún sería necesario respetar el mandato del referéndum de 2020, cuando la mayoría habría votado a favor de una nueva Constitución elaborada por una Convención Constitucional.
En este escenario surgen varias preguntas. Uno de ellos se refiere a la modificación de la posibilidad de participación de listas de independientes, es decir la posibilidad de presentarse fuera de los partidos políticos, como ocurrió durante la última Convención, mecanismo que permitió que muchos sectores movilizados en calles y plazas se sumaran. este órgano durante su elección. La presidenta del Partido Socialista, Paulina Vodanovic, partidaria de Apruebo, criticó la existencia de independientes. El nuevo proceso que se abrirá será aprobado en el Congreso y podrá dar renovada centralidad a los partidos luego de que su papel fuera puesto en crisis por la revuelta de 2019, cuando las calles dijeron basta al modelo chileno y a sus representantes.
Nos enfrentamos a una situación muy compleja. El gobierno ya mostraba una serie de fragilidades visibles, manifestadas por niveles muy bajos de popularidad, la frecuente ausencia de logros y resultados claros, banderas que ondear, así como dificultades en la gestión de la agenda política. Un probable reemplazo de ministros podría dar oxígeno para avanzar hacia esta segunda fase de gobierno: negociar con todos los partidos el camino hacia una nueva Convención, convocar a nuevas elecciones constituyentes, para finalmente llegar a otro referéndum para aprobar la Constitución. Todo parece indicar que en esta “segunda oportunidad”, el peso de la derecha será mayor.
Quedan abiertas algunas preguntas: ¿quién ganó realmente el domingo por la noche? La victoria de la estrategia de campaña del Rechazo es categórica. Pero el modelo actual no ganó automáticamente, ni tampoco sus defensores encarnados por los partidos de oposición, ni sus ideas sobre cuál debería ser el contenido de una nueva Constitución.
La crisis abierta por las revueltas de 2019 no terminó ni con la elección de Boric ni con la derrota del texto constitucional el pasado domingo.
¿Cómo podemos obtener una Constitución que pueda ser aprobada por la mayoría y al mismo tiempo abrir las barreras neoliberales que impiden cambios fundamentales? Este será el mayor desafío en un país como Chile, que actualmente busca nuevas respuestas dentro de sí mismo.
Artículo publicado originalmente el 5 de septiembre el Revista Crisisa quien agradecemos su amable autorización.
Traducción al italiano de Alioscia Castronovo para Dinamopress
Imagen de portada de Revista Crisis y artículo de Pablo Rojas Madariaga y Diego Reyes Vielma
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