por Emanuele Profumi
santiago- El 4 de septiembre, en menos de dos semanas, Chile decide en qué país quiere convertirse. Luego del Estallido Social de 2019, el levantamiento popular más importante desde el retorno a la democracia, se embarcó en un complejo y lento proceso constituyente, que culminó con la creación de una Convención Constitucional. Una especie de asamblea constituyente con poderes limitados y sujeta al poder institucional vigente. Contra todo pronóstico, dio a luz a una de las Constituciones más avanzadas del mundo en el campo de los derechos humanos, la defensa de la diversidad cultural, la igualdad de género, los derechos naturales y los bienes comunes. Carta Magna que prevé, entre otras cosas, la orientación del conjunto de la sociedad hacia un “estado de derecho social y democrático” de tipo plurinacional, es decir un estado capaz de garantizar un sistema de educación, salud y retiro cercano del estado de bienestar del siglo pasado y forjar una nueva comunidad nacional basada en el pluralismo cultural y jurídico. Abandonar más de 40 años de neoliberalismo que ha puesto al país de rodillas social y culturalmente, por un sistema de precariedad de vida, privatización de servicios y normalización de las desigualdades económicas y sociales, y un Estado aún fuertemente represivo.
Una campaña puerta a puerta
A principios de julio, la campaña para aprobar la nueva constitución comenzó a dar sus primeros pasos, llenando las calles de la ciudad de murales y carteles. El “Rechazo”, en cambio, existe desde la instalación de la Convención Constitucional (en 2021), tratando de desacreditarla en todos los sentidos. Encabezada por todas las expresiones de derecha del país, por personalidades de la Democracia Cristiana y por un grupo políticamente transversal denominado “amarillos”, que ha obtenido más de 66.000 consensos y que considera necesaria otra Constitución, pero no la que se propone. , esta política de bloques ocupa en primer lugar a todos los medios de comunicación, la televisión y los periódicos.
Esta es una campaña agresiva impulsada por noticias falsas y desinformación. “Es una Constitución popular, hecha por el pueblo, por eso molesta a la derecha ya los partidos tradicionales. Como era de esperar, durante
manifestaciones del Estallido en la base de esta constitución, cantaron: “El pueblo unido, està sin los partidos”, dice Marcelo Coulon, músico histórico del Intillimani, al margen de una manifestación pública a favor del Apruebo organizada por Revolución Democrática, uno de los partidos de la formación Frente Amplio, que apoya al presidente Boric.
Desde hace varios meses todas las encuestas de opinión muestran que la mayoría de la población votará “Rechazo”, negándose a dar el paso definitivo para rechazar el legado del régimen instaurado por Pinochet en la década de 1970. Pero esta vez el voto será obligatorio, y no se toma en cuenta que casi dos millones de personas participaron en el proceso de redacción de la nueva Constitución en cuenta. Un proceso participativo notable, considerando el total de 18 millones. Hoy, muchas de estas personas, de hecho, están haciendo campaña por Apruebo en barrios de ciudades de todo el país.
Entre Rechazo y Apruebo
Miguel Mora, activista del municipio de Yungai en Santiago, está convencido de que el país está dividido en dos: “Por mi experiencia de repartir volantes y puerta a puerta la nueva Constitución, creo que las encuestas están equivocadas. La mitad de los ciudadanos con los que nos encontramos nos apoya con entusiasmo, mientras que la otra mitad se muestra desconfiada, indiferente o nos insulta”, dice mientras reparte la nueva Constitución a una anciana del barrio. Ericka Ñanco, la primera mujer mapuche electa al Parlamento de Chile, luego de un mitin público en el que trató de explicar la importancia de la autonomía territorial presente en la nueva Constitución, confiesa: “Si el Rechazo gana el que menos gana todo el piso de la gobierno bórico, que se apoya en la victoria del Apruebo. Aparte de esta nueva Carta Magna, sus proyectos perderían fuerza. Si, por el contrario, ganamos, el gobierno tomará el camino correcto para reparar la deuda histórica que tiene con los pueblos originarios”.
Todas las administraciones del Frente Amplio son la expresión de los movimientos sociales que más impacto tuvieron en el nuevo ordenamiento jurídico (feminista, ecologista, sindicalista, etc.), y consciente de la actual polarización de la sociedad. “Este proceso constituyente no terminará con el plebiscito. Se asemeja a la “transición democrática” de la década de 1990: nadie sabía cuánto duraría ni cuándo terminaría. Incluso si ganamos, la constitución tendrá que aplicarse. Sobre eso, seguirá habiendo conflictos y luchas políticas, en los próximos años”, dice con amargura Rodrigo Faundes, jefe de Gabinete de la Gobernación Regional de Valparadiso y representante del mayor movimiento social por el agua pública del país (Modatima), así como mira melancólico el puerto desde la ventana de su oficina, porque sabe que el barco constituyente puede no llegar nunca a su destino.
En la portada, Santiago la capital. foto de caio silva. En el texto una foto oficial del presidente bórico
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