Con “ardiente paciencia”, para usar el discurso pronunciado por Pablo Neruda en la ceremonia de entrega del Premio Nobel en 1971, llevan diez años buscando la verdad sobre la muerte del poeta. Ellos son Rodolfo Reyes Muñoz y Elisabeth Flores Pérez, pareja en la vida y en el trabajo, comprometidos en el “caso Neruda” como abogados de derechos humanos y representantes de la familia (Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto era el verdadero nombre del poeta y Rodolfo es su sobrino Ahora esperan que este 2023, en que en septiembre se cumplirá el cincuentenario del golpe de Estado en Chile y la muerte del autor del “Canto General”, sea el año propicio para tener una respuesta definitiva respecto a la supuesta relación entre los dos trágicos hechos.
Es su creencia, de hecho, que Neruda no murió de una enfermedad que empeoraba rápidamente (cáncer de próstata), sino que sufrió envenenamiento. Hace cinco años, Reyes concedió una entrevista a “L’Ordine”, cuando se descubrió la presencia de toxina botulínica en una muela de los restos del poeta. Una cifra que parecía confirmar la hipótesis del magnicidio, pero que requirió una retroalimentación adicional de los laboratorios internacionales, que duró un tiempo terriblemente largo.
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