Argentina 1978, el Mundial de la vergüenza: Marmelada peruana y desaparecidos

En 1978, el régimen de Videla aterrorizaba al país, la Copa del Mundo era una oportunidad de propaganda. Acusaciones e investigaciones contra Perú: 6-0 para la final.

El fútbol es política. Para algunos, es un deporte, punto. Pero no hay duda de que a menudo son más de veintidós jugadores en pantalones cortos que corren por una pelota. Si los campeonatos nacionales a menudo llevan a la política, pero en menor medida, la Copa del Mundo siempre ha causado divisiones y controversias. Así como sindicatos para un hogar. Es la historia de los pueblos, el surgimiento de ideologías y el despliegue de deseos desde niveles superiores, sean buenos o malos.

Hay mundiales que riman con política, organizados para mostrar la fortaleza de su aparato estatal o para dar otra imagen del mundo que la que se lee en los diarios, la que se ve en la televisión, la que se observa en la web. Basta pensar en la organización de la Copa del Mundo de 1934 por el régimen fascista o, para ampliar el debate, los Juegos Olímpicos del Tercer Reich dos años después.

En el siglo XX, unas décadas después, la Copa del Mundo más discutida fue probablemente la de 1978. Organizada en Argentina, en la época regida por la dictadura de Jorge Rafael Videla, último torneo de una década tan imprescindible como la de los 70, pasó a la historia por motivos políticos y deportivos.

Hasta 1978, Argentina nunca ganó la Copa del Mundo. L’Italie, le Brésil, l’Uruguay et l’Allemagne sont les grandes puissances du football international, tandis que l’Albiceleste après la deuxième place en 1930 – la première édition de la Coupe du monde – n’a plus pu accéder à la final. La oportunidad propicia para cambiar su historia llega con la organización del torneo, encomendada antes de la llegada de Videla en 1976.

El “proceso de reorganización nacional” de Videla había ocurrido hace dos años y el pueblo argentino, conmocionado por la desaparición de miles de desaparecidos, detenidos por motivos políticos o acusados ​​de realizar actividades antigubernamentales, ciertamente no quería distraerse con el fútbol. El temor por su vida y la de su familia era lo único. Así como el enfado contra una dictadura cívico-militar en la que se había sumido Argentina tras la llegada de Videla.

Organizado con una fuerte impronta nacionalista, el Mundial de 1978 sería la pátina de Videla para el mundo. Delante del torneo entusiasta para jugar en el campo, detrás del miedo y la ira. Para Videla, el evento fue la misa adecuada para apaciguar a la población ante las masivas violaciones a los derechos humanos. Ganar la Copa del Mundo habría desestimado los cargos. De hecho, habrá alrededor de 30.000 desaparecidos, así como miles de personas torturadas por el régimen militar opresor.

La denuncia de las organizaciones humanitarias pasará desapercibida, al igual que las protestas en Europa para boicotear el Mundial, confirmadas por la FIFA pese a la llegada del régimen de Videla. En todo el continente, muchos medios se enfocaron solo en el evento deportivo, como si todo fuera normal en Argentina. Como si sólo hubiera fútbol, ​​fiesta y diversión.

Alita Caraballo

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