En el mundo multipolar cada vez más peligroso e impredecible en el que vivimos, las relaciones comerciales siguen siendo de suma importancia. Pero son inseparables de la geopolítica. Muchos europeos pensaron que podrían serlo, pero la guerra de Rusia contra Ucrania reveló los riesgos que plantea la dependencia de la Unión Europea del gas ruso.
Si la UE quiere ser reconocida como un verdadero actor geopolítico, no bastará con fortalecer nuestra unidad interna. Necesitamos recalibrar nuestra brújula estratégica, usar nuestras herramientas políticas y económicas de manera más consistente e identificar no solo los riesgos sino también las oportunidades. Por eso he sostenido desde el inicio de mi mandato que Europa debe profundizar sus vínculos con los países de América Latina y el Caribe.
Para dar el salto cualitativo necesario, tendremos que fortalecer el diálogo político al más alto nivel.
Pero para asegurar la credibilidad de nuestros esfuerzos, también debemos completar la actualización de los acuerdos de asociación existentes con México y Chile, firmar el acuerdo posterior a Cotonú negociado con la comunidad de África, el Caribe y el Pacífico, ratificar el acuerdo de asociación
con los países de Centroamérica y concretar el acuerdo UE-Mercosur.
Aunque el comercio juega un papel importante en todos estos acuerdos, ninguno puede ser considerado como un único
acuerdo comercial. El acuerdo con Mercosur es el más complejo que hemos negociado desde
más de dos décadas.
Durante una visita a Sudamérica el mes pasado, tuve la oportunidad de conocer a los líder Argentina, Paraguay y Uruguay, que actualmente ocupan la presidencia rotatoria del Mercosur. Más recientemente, felicité al presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, por su victoria. En todas estas conversaciones, el acuerdo UE-Mercosur ha estado al frente. Traté de asegurarles a todos estos líder que existe una voluntad política muy fuerte para finalizar un acuerdo de beneficio mutuo.